palabras producto de la ociosidad

Archivo para marzo, 2011

ADRIÁN…

Adrián fue abuelo por primera vez dos días antes de su cumpleaños número 50. Considerándose todavía joven para tal título, exigió que sus nietos -al menos los de la primera camada- lo llamaran «Papi».

Papi:

Pasado mañana sería tu cumpleaños 87. Sí, 87 y ni trates de engañarme porque yo soy la única persona que tiene tu acta de nacimiento original. Aquella que mi papá me trajo de la Habana justo cuando te pusiste super grave y creíamos que no te salvabas. Aquella que cuando te la mostré me dijiste «Hija, ¿de dónde sacaste éso? escóndela» Aquella que a la mayoría de tus hijos no les interesó.

Triste, muy triste. Pero me imagino que ese desinterés sólo fue una muestra de lo que se vendría cuando tú ya no estuvieras ¿Ya notaste el desmadre en que se ha convertido esta familia? ya se armaron dos bandos: los que conocieron tu verdadera esencia y los que todavía no te perdonan. Es lamentable que se digan «adultos» cuando no pueden comprender y perdonar los defectos de su padre, quien en vida todo les dio. Quien se preocupó siempre por mantener la unidad de la familia que le tocó formar. «Familia muégano», así nos conformaste y de repente, te vas y todos nos quedamos a la deriva.

Es curioso,  renegabas muchísimo cada domingo cuando nos juntabamos la bola de escandalosos en tu casa, pero ahí seguíamos. Ahora que ya no estás, casi no vamos. Preferiamos sentir entonces tu molestia a sentir ahora tu ausencia. En particular, evito pasar por tu recámara, me duele no escuchar la televisión a todo volumen, no verte acomodando tus 456 colecciones… y no puedo ver Two and a Half Men sin recordar que era tu serie favorita, no me hace reír igual.

Fue mi cumpleaños y extrañé tu llamada de cada año «Paulinita, muchas felicidades hijita. Te mando con tu abuelita tu cuelga» La extrañé mucho. Sigo extrañando tu voz preguntando por mi mamá y diciéndome «¿Paulinita? Pero eres Paulinita chica…» No me imagino lo que debe sentir mi mamá viviendo tu ausencia cada día, sin el apoyo y comprensión que siempre le diste.

Y Fer… estarías tan orgulloso de él. Estuvo dos horas a tu lado cuando ya te habías ido, despidiéndose de tí. Nunca lo creí capaz de tanta fortaleza, pero salió a tí. Tiene tu necesidad de inmediatez, tu obsesión por coleccionar todo lo coleccionable, tu ambición y tu fuerza. Espero que viva la vida con la misma intensidad que tú lo hiciste, de preferencia sin tus excesos; pero intensamente y logrando todas sus metas. Siempre te estaré agradecida de lo que hiciste por él y por mí. SIEMPRE.

Hay tantas cosas que me gustaría decirte y ya no puedo. Solo quiero que sepas que si no entré aquel viernes a tu cuarto a despedirme fue porque sabía que ya estabas muy grave y preferí quedarme con la imagen que siempre tuve de tí: la del hombre fuerte como un roble, el deportista, el del vocho amarillo, el que se echó unos whiskeys con mi hermano un día antes de morir, celebrando que se había escapado a la muerte una vez más… hasta que, como médico, te diste cuenta que tu cuerpo ya no podría más. Que ahora ibas a necesitar ayuda DE VERDAD y no solamente para sentirte consentido… y te quitaste el oxígeno…

¿Recuerdas cuando me llevaron a Disneylandia? no podía dormir porque extrañaba a mi mamá y me dijste «extráñala todo lo que necesites y cuando termines de extrañarla, te duermes» Ahora dime, ¿cómo le hago para terminar de extrañarte?


PARA MI CHAPARRO…

Olvidadas por ahí encontré dos cartas que nunca fueron entregadas...

30.nov.98

Fer:
¿Sabes lo que es llorar de amor? Porque éso es lo que siento cada vez que te veo. Cada paso que das, cada palabra nueva que aprendes, cada cosa que haces. Cada vez que te acercas para abrazarme o darme un beso. Cada vez que veo tu carita, tus ojos. Cada minuto que estoy contigo siento éso.
Ganas de llorar. De amor, es tanto el amor que siento por tí que me hace llorar. Saber que vives, que eres una personita que poco a poco se va abriendo paso en esta vida. Saber que eres una pequeña parte de mí, que eres mío, que me das tu amor incondicionalmente.
Todo, todo eso, hijo, es lo que me hace tener ganas de luchar y de vivir. Por tí. Pero sobre todo, me dan ganas de llorar al darme cuenta de todo el amor que siento.

Te adora.
Tu mamá.

29.jul.99
Fer:
Ya vas a cumplir dos años y todo este tiempo me ha parecido tan corto. Sin embargo, te veo jugar, oigo tu voz y me gustaría congelar estos momentos porque son encantadores y siento que se me van a ir igual de rápido. Es que el tiempo que estoy junto a tí es tan corto, una hora parece un minuto, todo, todo el tiempo que estamos juntos lo disfruto tanto que quisiera prolongarlo mucho más.
¡Mi bebito se ha ido tan pronto! Ya eres un niño, hablas, juegas, incluso escoges como si fueras más grande. Y apenas vas a cumplir dos. Ya juegas a las pistolas y a los monstruos. Te enojas si no te gusta la ropa que te pongo. Todo el día hablas y hablas, diciendo lo que quieres y a qué juegas.
¿Sabes? sólo le pido a la vida que me permita disfrutarte al máximo y poderte educar bien, que seas un buen hombre.
Te adoro y todavía se me llenan los ojos de lágrimas cuando te veo.
Paulina

… ya están en manos de su destinatario original, quien todavía tiene el poder de hacerme llorar de amor.


AMOR, ADMIRACIÓN Y DEMÁS ENTUERTOS

Aproximadamente a las 2:00 pm hice referencia en tuiter a la dificultad que representa encontrar un hombre a quien se admire: «es más difícil encontrar un hombre al cual admirar que uno del cual enamorarse».

Las respuestas que recibí inmeditamente me decían «¿qué admiración y amor no van juntos? ¿no se debe admirar primero antes de amar?», lo cual me hizo ver que la idea fue tomada en otro sentido. Estoy firmemente convencida de que una de las bases del amor en pareja, ese amor que se disfruta, que perdura y evoluciona es la admiración.

En mis treinta y pico años -y a pesar de mi mariconez- me he enamorado hasta las chanclas de hombres buenos y regulares; me he visto en el penoso proceso de desenamorarme de ellos, todos tienen su lugar en mi vida y su paso por ella ha servido para conformar la persona que soy hoy. Sin embargo, ninguno de esos amores se basó en una gran admiración. Me imagino que éso marcaba su fecha de caducidad.

No soy la única con ese sentir, hace varios meses, en esas interminables pláticas de hombres, relaciones y demás que tanto nos gustan a las mujeres; una amiga y yo nos hicimos mutuamente una pregunta: ¿quien ha sido el último hombre -no tu papá-  que has  admirado? Respuesta: cri cri, cri cri…

Ahora bien, si preguntamos ¿quién ha sido el último hombre del que te enamoraste?; en lugar del cantar de grillos obtendríamos un nombre en concreto. He ahí la diferencia.

 


LA FAMILIA QUE ESCOGEMOS

Dicen que éso son nuestros amigos: la familia que no nos cayó por default, sino aquella que ha sido escogida, puesta a prueba y aprobada. Esta entrada es dedicada a mis amigos, porque me considero sumamente afortunada de que SÍ me sobren dedos de las manos para contarlos y sobre todo, de tenerlos en mi vida.

Para Pilar, por ser mi sensei, consejera y cómplice. Porque lleva escuchándome sin quejarse desde 1988, por tener siempre las palabras adecuadas para consolarme o sacarme de mi pendejez. Por todas las carcajadas y los momentos Seinfeld.

Para Kar, por ser mi hermana y confidente.  Porque conoce todos mis secretos y los guarda como si fueran un tesoro, porque ha llorado conmigo mis desilusiones y se ha alegrado con mi felicidad.  Porque cargó a mi hijo antes que yo sin que me dieran celos. Porque siempre nos quedan palabras pendientes.

Para Vero y Glo. Porque aguantan mis rarezas y los momentos en que decido encerrarme en mí misma sin cuestionarme. Porque su forma de ver la vida me proporciona una visión más amplia de ella. Porque me escuchan cuando llego con mi cascada de palabras que no tiene fin y al terminar tienen el punto de vista acertado. Y al Ronris, que también aguanta mi diarrea verbal.

Para Raúl, por su simpleza y desfachatez. Porque a pesar de la distancia sabemos que siempre estaremos disponibles para escuchar nuestros problemas, decir una pendejada y reírnos de ellos. Por todos los happenings que hemos pasado juntos. Por las comidas que gorrée en su casa. Por el «¿quién habla?».

Para Manuel, porque nuestra amistad ha sabido sortear tempestades. Porque es como mi hermano mayor, por sus burlas y sus intentos de ubicarme en la adultez. Por las lágrimas que nos hemos provocado. Por Fernando.  Y para Alicia también, por haber visto que nuestro cariño era más grande de lo que queríamos reconocer y tomarse la molestia de abrirnos los ojos.

Para el Gordo y el Chango. Mis carnales adoptivos, por la confianza y el cariño que rebasan cualquier lazo de sangre.

Para Che. Porque nos quisimos desde el primer momento. Porque sus abrazos son reconfortantes y me han curado del síndrome me-pongo-tiesa-cuando-alguien-me abraza.

Para Esthela. Por la gran afinidad y el harto cariño. Por la presentación en Power Point.

Para Evelyn y Ale.  Por la permanencia. Por haber pasado conmigo una etapa muy importante de vida. Por tener la maravillosa habilidad de ignorar los meses que pasamos sin vernos y llevar una continuidad sin precedentes.

Para Charlita, Clau, Rafa, Sergio y Burgui. Por aceptarme en su vida. Por demostrarme que al cariño le valen madre la distancia, la diferencia de caracteres y opiniones. Que el cariño simplemente ES. No se cuestiona, se siente.

Para Paola, Dulce, Cinthya, Fer, Daniela y Vero. Por recibirme en su círculo. Por el amor que nos tenemos desde que ustedes eran pequeñas y yo ya era ruca.

Para Carla. Por haberme prestado su hombro todas esas veces. Por el apoyo durante una de las épocas más duras de mi vida. Por todas aquellas tardes tomando café mientras nos pintabamos las uñas.

Nota: este es un recuento muy apresurado y escrito en estado inconveniente. No son todos los que están ni están todos los que son, si olvidé a alguien, culpo al vino tinto y a la madrugada.